En el Auditorio de la 19ª Argentina Cómic Con se presentaron Nico Darfe, el actor de doblaje Ale Graue y Luna Ávalos, todos parte del podcast “Dragon Pod” y el artista gráfico y director de doblaje Gonzalo de la Rosa. Ellos hablaron sobre el personaje Goku y cómo llega a ser un ícono de la cultura pop.

Goku no es solo un personaje de ficción: es un fenómeno social, un ícono pop a escala mundial que despierta admiración y nostalgia a millones de personas alrededor del mundo.

Desde su debut en Dragon Ball en 1984 hasta hoy, el protagonista creado por Akira Toriyama ha evolucionado en la pantalla logrando una conexión emocional profunda que trasciende edades, culturas y contextos.

La historia de su creación comienza en los primeros bocetos de Toriyama, tras el final de Dr. Slump, su obra anterior. Inspirado por la leyenda china Viaje al Oeste, el mangaka diseñó al personaje como un niño mono con cola y un báculo. El diseño pasó por varios ajustes hasta consolidarse en esa imagen reconocible al instante: pelo puntiagudo, mirada determinada y una vestimenta que se volvió insignia. El pelo de Goku, en particular, terminó siendo su sello visual más icónico, tan distintivo que basta una silueta para identificarlo.

Pero su estatus de ícono pop no se explica solo por su apariencia. Goku es reconocible en todo el planeta, incluso en contextos donde nunca se emitió oficialmente. Aparece en murales, desfiles como el de Nueva York, vidrieras, grafitis, y hasta en mosaicos futboleros en África. En Argentina, llegó de forma no oficial por Canal 7 y se instaló en el imaginario colectivo, en buena parte gracias al boca en boca y la pasión de sus fans. Hoy, su figura une a generaciones enteras, incluso a quienes nunca vieron un capítulo saben quién es. Es una referencia cultural que ya no pertenece solo al anime, sino al lenguaje universal de los íconos.

La conexión que Goku genera se basa también en su evolución como personaje. A lo largo de Dragon Ball, sus seguidores lo vieron crecer, madurar, formar una familia, volverse abuelo, fallar y superarse. Esta narrativa paralela a la vida de quienes lo siguen crea una identificación inusual en el mundo del entretenimiento. No es simplemente un héroe: es un espejo de crecimiento personal. Además, encarna valores como la autosuperación, la bondad, el optimismo y la humildad. Nunca piensa mal de nadie de entrada, jamás miente y afronta cada desafío con alegría, incluso ante lo trágico. Es un personaje que inspira orgullo y que es “defendible” frente a otros ídolos de moral más ambigua.

Otro de los factores que refuerza su singularidad es la consistencia de su identidad. A diferencia de los superhéroes occidentales, que atraviesan múltiples versiones y reinicios, Goku es uno solo. No hay un “Goku oscuro”, un “Goku alternativo” o un “reboot”. Esa estabilidad narrativa lo convierte en un punto de referencia claro en una cultura pop cada vez más fragmentada.

Goku logró un impacto mundial sin depender de Hollywood. De hecho, la película producida por Fox fue un fracaso, y es la devoción de los fans lo que ha sostenido y expandido la franquicia. Eventos multitudinarios como las transmisiones públicas del final de Dragon Ball Super o los homenajes espontáneos tras la muerte de Toriyama —con miles de personas alzando sus manos para una Genkidama simbólica— son prueba del fenómeno social que representa.